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Hace diez años, Tabula Rasa no era más que un sueño, una propuesta que se pudo llevar a cabo y convertirla en realidad, gracias al apoyo indiscutible de Miguel García Bustamante, rector de la Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca, quien desde que decidió que la universidad debería tener una serie de publicaciones que presentaran el trabajo investigativo de sus docentes, así como revistas académicas que pusieran a la universidad en contacto con otros centros de investigación, contribuyendo a la creación de redes de conocimiento y a la difusión del mismo, puso su mayor empeño en sacar adelante esta revista, que ahora es una de las publicaciones de mayor reconocimiento en el ámbito de las ciencias sociales en América Latina.
Este proyecto ha tenido contradictores y personas dispuestas a obstaculizar su avance, pero ha seguido existiendo gracias a la calidad editorial y académica que ha caracterizado a la revista, y a que Miguel siempre creyó en el proyecto, pues como he mencionado desde el comienzo, lo apoyó siempre sin dudas, conocedor del riguroso trabajo que se ha llevado a cabo para sacar cada número de Tabula Rasa. Por otra parte, desde sus inicios, esta publicación ha contado con una serie de colaboradores permanentes, entre ellos por supuesto, los miembros de los comités editoriales y científcos, sus traductoras y diFerentes asistentes editoriales, pero debemos señalar y agradecer especialmente la gran colaboración de Ramón Grosfoguel de la Universidad de California, Berkeley, y de Ulrich Oslender, de la Universidad de Glasgow. Un ejemplo de esto es que este número ha sido armado por Ramón en conjunto con Julia Suárez-Krabbe, de Roskilde Universitet, y Montserrat Galcerán Huguet, de la Universidad Complutense de Madrid. Ahora bien, es el momento de agradecer a otras dos personas que han estado al frente de la publicación desde el primer número, quienes han sido mis compañeros de trabajo constante en el desarrollo de esta revista; primero que todo, mi amigo Eduardo Restrepo, de la Universidad Javeriana, quien se ha echado al hombro (por decir lo menos) este proyecto editorial y como coeditor de Tabula Rasa ha sido fundamental para el posicionamiento de la revista. En segundo lugar, la persona que le ha dado la identidad visual, tanto en la versión impresa como la electrónica, Johanna Orduz, quien ha creado un espacio amable para su lectura. Son estas las personas que han construido Tabula Rasa: Miguel, Ramón, Ulrich, Johanna, y principalmente Eduardo, y quiero reconocer mi gratitud y profundo respeto por el trabajo de cada uno de ellos, así como mi amistad y cariño. Esto, que suena a despedida, tal vez sea así, o tal vez no. Miguel, quien ha sido el mentor de la revista, se despide el próximo mes de octubre de la rectoría de la Universidad, después de ocho años de contribuir a la construcción de una institución diferente, que estuviera de cara al futuro y no anclada en el pasado. En 10 este sentido, es mi deber como editor, agradecer la oportunidad que él nos brindó para crear este espacio de refexión crítica, que nos ha permitido comunicarnos a diferentes investigadores de América Latina, así como a amigos y colegas de otras partes del mundo.
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