Hinchas en tránsito. Violencia, memoria e identidad en una hinchada de un club del interior

Fans in transit. Violence, memory and identity in a group of supporters of an inland soccer club

Torcedores em trânsito. Violência, memória e identidade na torcida de uma equipe do interior

Hinchas en tránsito. Violencia, memoria e identidad en una hinchada de un club del interior

Tabula Rasa, núm. 23, 2015

Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca

Gastón Julián Gil, en Hinchas en tránsito, presenta el resultado de su trabajo de campo etnográfico con hinchas de La 12, seguidores del Club Atlético Aldosivi, equipo de la ciudad de Mar del Plata, Argentina. El autor logró obtener, en los viajes que realizó con los hinchas, la familiaridad y la confianza. De ese modo, consiguió compartir sus experiencias, sus valores y comprender el funcionamiento del grupo. También, fue capaz de afrontar las diferentes dificultades que son parte del ritual futbolístico. En el aspecto metodológico, uno de los retos, según Gil, es explicarles a sus informantes-hinchas, qué es lo que hace un antropólogo, cuál es el propósito y qué se busca con el trabajo. A ellos les interesa, pues están involucrados sentimentalmente con su equipo y esperan que el investigador tenga una pasión, por lo menos, semejante. Igualmente, ejercen una vigilancia sobre él, al querer posicionar su particular punto de vista.

Los hinchas se perciben a sí mismos como un actor más en el juego y a través de sus viajes, acompañando a su equipo, muestran su pasión y su aguante, que constituyen los atributos más notables de su identidad. El aguante representa un modelo masculino, caracterizado por la afirmación corporal, la agresividad, la valentía, el compañerismo, el fervor, la pasión y la fidelidad. Además, es un sentimiento y un principio moral, relacionado con el honor, manifestado en poner huevos para jugar y para alentar y en la capacidad de lucha, pues son la expresión del amor propio. De la misma manera, declara el odio extremo al rival y simbólicamente le quitan sus atributos pasionales y masculinos.




Paris-2016

Johanna Orduz

Los viajes constituyen una communitas para los hinchas, al demostrar su fidelidad y la renovación de su compromiso. Si bien el recorrido es incierto o es inseguro, lo fundamental es estar con el equipo en distintos estadios. La comunión grupal se puede alcanzar con el consumo de bebidas alcohólicas, que llevan al extremo la pasión futbolística y la festividad. Los hinchas pueden consumir estimulantes y sustancias psicoactivas en los desplazamientos pues, en el presente, su uso es aprobado. Sin embargo, las bebidas alcohólicas, los estimulantes y las sustancias psicoactivas han transformado al aguante, ya que el hincha debe ser capaz de no resultar, prontamente, afectado por su consumo.

Los hinchas construyen su identidad a partir de los colores de su equipo y eso implica una fuente de sentido y de pertenencia para ellos. Asimismo, constituyen su identidad en referencia al Otro, el rival, pues le atribuyen características —étnicas, de clase o sexuales— que buscan minimizar su pasión y su masculinidad agresiva. Pero el rival reinvierte esas particularidades ratificando su pasión y su masculinidad agresiva. En consecuencia, los antagonismos en el fútbol generan una serie de enfrentamientos entre las hinchadas. No obstante, las peleas han dejado el estadio y se han trasladado a otros lugares: calles, escuelas y discotecas. Al mismo tiempo, en los combates se introdujo la utilización de armas de fuego, armas que buscan conservar el honor, individual y grupal; reafirmando la masculinidad y mostrando nuevas formas del aguante.

Las hinchadas, según la circunstancia, construyen lazos de amistad. El compañerismo consiste en el apoyo que le brinda una hinchada a otra y a su respectivo equipo. Ese tipo de amistades no son bien vistas por los rivales, ya que son la demostración de la debilidad. De otra parte, los trapos (banderas) son la representación del honor grupal y su robo le otorga a su protagonista, un prestigio excepcional, pues consiguió que el rival no fuera capaz de aguantar; lo humilló y lo despojó de su masculinidad agresiva.

La masculinidad agresiva es expresada, también, por la policía, ya que si ocurre un enfrentamiento, puede utilizar su dotación (palos, gases lacrimógenos y balas de goma) con el propósito de reprimirlo. En otras palabras, la policía es uno de los generadores de violencia del fútbol, aunque no es posible compararla con las hinchadas, pues es una institución del Estado. Algunos agentes ejercen doble militancia, es decir, son hinchas y policías al mismo tiempo y a ellos los han responsabilizado del asesinato de determinados hinchas.

Por otro lado, en el imaginario común, el señalamiento de barras bravas sirve para distinguir a los «violentos» (comportamiento condenado) del «buen hincha» (comportamiento aceptado). Los «violentos» representan una pasión desequilibrada e irracional y el «buen hincha» expresa su pasión auténticamente. La categoría de barras bravas no procede de las hinchadas. Esta fue una expresión jurídica que popularizó el periodismo y le otorgó una valoración. Los «violentos» y el «buen hincha» representan la misma oposición entre barbarie y civilización, respectivamente. Por tanto, la barbarie debe ser erradicada por la civilización. Pero la solución a la violencia ha sido la represión, en algunas ocasiones paranoica. No obstante, las hinchadas no son las únicas partes violentas en el contexto del fútbol.

Los dirigentes deportivos y políticos, también, pueden participar de las conductas agresivas en los estadios, a través de los sobornos en los partidos. Aunque ellos niegan ese tipo de prácticas. Por su parte, los hinchas aprietan (amenazan) a jugadores, entrenadores, jugadores rivales y a árbitros con la intención de influenciar sus decisiones y sus comportamientos en los partidos. Si bien la hinchada es el jugador número 12, pues son el apoyo pasional y emocional para el equipo, los dirigentes deportivos y políticos son capaces de comprar ese apoyo para conseguir sus objetivos. En consecuencia, entregan a los hinchas cierta cantidad de entradas gratuitas y ponen a disposición vehículos para sus viajes. De esa manera, las hinchadas obtienen una fuente de ingresos para su sostenimiento. Igualmente, han logrado negociar o concertar con otras hinchadas, con la policía y con dirigentes deportivos y políticos. Así se integran a la violencia del fútbol, desde sus respectivas posiciones. Sin embargo, usualmente señalan, únicamente, a las barras bravas.

La demostración del aguante le permite a la hinchada percibirse como portadora genuina de la identidad, y el territorio (el estadio) se constituye como uno de sus fundamentos. Los viajes son parte de la demostración de la identidad. En el presente, son realizados por sectores juveniles de La 12, ya que el aguante se ha transformado, mostrando rupturas generacionales. En otras palabras, La Pesada, agrupación anterior a La 12, modificó las formas de alentar en el fútbol de Mar del Plata, pues fueron el apoyo primordial al equipo y un espectáculo en el estadio, expresando la pasión y la fidelidad por Aldosivi.

La Pesada estaba conformada por trabajadores vinculados a actividades pesqueras, quienes se enfrentaban a mano limpia con sus rivales. Los relevos generacionales integraron a hinchas que no eran del puerto, modificaron las tradiciones aceptadas y cambiaron el nombre de la agrupación. Además, las nuevas generaciones realizaron sus negocios personales con la hinchada; se hicieron frecuentes los consumos de bebidas alcohólicas, estimulantes y sustancias psicoactivas; las armas de fuego empezaron a ser usadas para mantener el honor y el fraccionamiento de La 12, en grupos pequeños, provocó distintas peleas internas. Por último, la mayoría de sus miembros proceden de sectores marginales.

La violencia, en el contexto del fútbol, es una práctica para «solucionar» los conflictos. Sin embargo, la violencia de las hinchadas está ligada a la pauperización económica, ya que están conformadas por integrantes que provienen de sectores marginales y muchos de ellos están vinculados al «delito, la violencia familiar, la deserción escolar, los institutos de detención, la iniciación sexual a temprana edad, el consumo y adicción de drogas y alcohol y los graves problemas de integración con medios no-villeros» (pág. 167).

La legitimidad en las hinchadas no se alcanza por medio de la fuerza, aunque puede ser utilizada para lograr la aprobación. Por eso, los líderes obtienen el consenso en el momento en que son capaces de manejar distintos recursos y distribuirlos «equitativamente». A cambio, reciben la sumisión de sus seguidores, promoviendo relaciones clientelistas. Asimismo, la venganza les sirve para «solucionar» sus conflictos, ya que los rivales: al robar los trapos, quedarse en la pelea y tirar tiros, deben adoptar una respuesta semejante, en el contexto de la reciprocidad negativa.

La violencia de las hinchadas es contraria a la normatividad. Por ese motivo, el control social vigila, advierte y evita los comportamientos inadecuados de las personas. En otras palabras, el derecho es orientado por el bien común y propone un comportamiento lícito y autorizado. No obstante, el sistema penal les permite a las instituciones del Estado —policía, cárceles, jueces y fiscales— ejercer una violencia legal que logra la obediencia. Pero su eficacia es puesta a prueba constantemente, en este caso, por las hinchadas.

Por último, Gil elabora un análisis a la obra de Amílcar Romero, investigador de la violencia del fútbol. Romero destaca que la derrota futbolística de Argentina frente a Checoslovaquia (1958) transformó el fútbol de ese país en nueva economía del fútbol y desencadenó formas organizadas de violencia en la década de 1960. Esa nueva violencia mostró la complicidad entre los dirigentes deportivos y la Asociación del Futbol Argentino, en la financiación y la defensa de las hinchadas.

Finalmente, Gastón Julián Gil reflexiona sobre la violencia, la memoria y la identidad en La 12, hinchada del Club Atlético Aldosivi. Estos aspectos trascienden a temáticas vinculadas con el poder, las luchas facciosas, la construcción de género, la desigualdad y la dominación. También, temáticas como el clientelismo, la reciprocidad negativa, la pauperización económica y la efectividad del sistema penal. En consecuencia, este texto contribuye a la investigación sobre las barras bravas de Colombia, una pesquisa que en nuestro país ha surgido lentamente, a pesar de que este fenómeno urbano, en el contexto del fútbol, ya supera las dos décadas de existencia y aún las referencias bibliográficas son limitadas.

Notas

[1] Sociólogo de la Universidad Nacional de Colombia y Magister en Estudios Sociales de la Universidad Pedagógica Nacional. Profesor e investigador de tiempo completo en la Universidad Antonio Nariño.
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